Desde épocas remotas los hombres se vieron en la necesidad de medir el tiempo. Para hacerlo se fijo en primer lugar en el sol y para ello se utilizaron palos, columnas u obeliscos llamados por los griegos gnomon. Se trataba de elementos que al incidir los rayos sobre ellos proyectaban una sombra que variaba su longitud, intersectando con marcas o curvas marcadas en el suelo. La sombra más corta era la del mediodía. Se tiene noticias de los relojes de sol desde hace 3500 años.

Los relojes de arena aparecieron cuando el hombre consiguió fabricar dos botellas de cristal perfectamente iguales.

También existieron instrumentos astronómicos como los astrolabios y los nocturlabios que tomaban como referencia el sol o de las estrellas.

Hoy día no podemos imaginarnos la vida sin un reloj que nos indique el paso del tiempo. Pero la difusión de éste instrumento, que conoció un gran desarrollo tecnológico en los siglos XVII y XVIII, no tomó carta de naturaleza hasta el siglo XIX.

La transición de los relojes solares a los mecánicos tuvo lugar hacia el año 1000. Algunos historiadores lo fijan en el 1086, cuando se construyó en China el reloj astronómico de Su-Sung, dotado de un mecanismo que obtenía la energía de funcionamiento del agua contenida en unos depósitos, que al vaciarse, accionaban las ruedas del mecanismo.

En el siglo XIV aparecieron los primeros relojes de torre. Los primeros lugares donde fueron instalados fueron en catedrales de Inglaterra y Francia. Posteriormente vinieron los de los edificios públicos e iglesias.

El Astrario de Giovanni Dondi, de la segunda mitad del siglo XIV, es una de las obras maestras de la relojería italiana. Precursor de los relojes mecánicos, perteneció a Carlos I, desapareció en España en el siglo XVI, pero hace pocos años el relojero milanés Luigi Pippa pudo reconstruir tres ejemplares a partir de documentos antiguos.

La energía de los relojes de torre provenía de pesas, la reducción de las dimensiones de los relojes se produjo cuando se sustituyó éstas por un muelle que se cargaba mediante una llave. Nacieron los relojes de repisa o sobremesa.

En 1483 se constituyó en Francia el primer gremio de relojeros.

Hubo de esperar al siglo XVI para ver crecer la demanda de relojes y, sobre todo, la reducción de sus dimensiones gracias a la invención del muelle, que sustituyó a las pesas que proporcionaban la energía de los relojes de torre. Nacieron así los relojes de sobremesa o repisa, con diferentes estéticas, pero todos ellos con la nueva mecánica, cuya energía se activa tensando el muelle con una llave.

El desarrollo de las ciencias a partir del siglo XVII llevó a los círculos intelectuales a una confrontación abierta con la iglesia. Los grandes descubrimientos físicos llegaron a revolucionar la forma de pensar, el Sol dejó de ser el centro del universo y el papa Gregorio XIII reformó el calendario. Para la relojería se abre un período caracterizado por hombres y por ingenios que sientan las bases del reloj moderno.

 

[ Inicio ]

www.sobrerelojes.com

 

 

ody>