La relojería es arte, artesanía, industria, oficio y técnica; pero no ciencia.

Es arte, muy pocas veces, cuando una pieza merece la calificación de obra de arte; puede que entre los antiguos La Marie Antoinette, ejemplar único de A. Louis Breguet, hoy en ignorado paradero, que fue construido par la reina Maria Antonieta, aunque ésta nunca llegó a tenerlo en sus manos por culpa de la Revolución; y entre los del siglo XX, el Santos, de Cartier.

Artesanía lo fue la relojería más que lo es ahora: eran piezas de artesanía las que salían de los talleres de los viejos maestros relojeros, construidas por ellos mismos manualmente o sirviéndose de herramientas y aparatos manuales o pedales. Ahí nacieron lo que luego serían manufacturas de prestigio: Patek Philippe, Girad Perregaux y tantas otras.

Industria es evidente que lo es y, paradójicamente, fue pionero de ella G. F. Roskopf, pues por el nombre que le dio a su famoso reloj, El Proletario, sus ideas debían ser más bien contrarias a las de la burguesía industrial. Ignoro la razón, pero los suizos que empezaron a vender relojes por todo el mundo imitando la estrategia comercial de Roskopf (relojes baratos para el gran público) hoy lo silencian vergonzosamente cuando citan a los grandes relojeros del pasado (¿era judío Roskopf?, o la indiferencia de los suizos hacia él se debe a su origen alemán o sencillamente por haber popularizado –vulgarizado- el reloj).

Oficio también es la relojería y en mayúsculas, es decir, en el sentido clásico y propio de la palabra, en cuanto admite todos los grados tradicionales que se distinguen en los oficios desde el Medioevo: aprendiz, oficial y maestro. El maestro tiene que saber diseñar y construir un reloj completamente, no solo el movimiento, aunque vale que no haga materialmente las piezas o adquiera algunas prefabricadas o de encargo.

La relojería es asimismo técnica, en una primera acepción, porque todo oficio supone una técnica, una saber hacer, o unas reglas de operar y maniobrar. Y en una segunda acepción, porque utiliza conocimientos de las matemáticas, de la física y la química en la construcción y mantenimiento de los relojes, por ejemplo en la proporción y dientes de ruedas y piñones, en el diseño del áncora, oscilaciones del péndulo o del volante, tamaño y tensión del muelle real, engrase, etc. No digamos ya en el caso de relojes eléctricos o electrónicos.

Pero no es ciencia, no constituye un saber teórico especulativo o abstracto del conocimiento humano, aunque en cuanto técnica se sirve de ellos. Valgan estar líneas para precisar lo que es la relojería y para subrayar la categoría y valía del relojero (oficial o maestro); es decir del que sabe fresar y tornear o coser un piñón a una rueda para echar a andar u viejo Roskopf por mero placer, como nos dijo días atrás un forista, exacto en el lenguaje como un buen reloj en su marcha, pero a veces cáustico como los disolventes que les quitan la suciedad y...si se pasan, también la patina y la dermis.

Otra cosa son los que venden relojes, colocan pilas y si acaso, cuando tienen condiciones para llegar a ser relojeros, sustituyen piezas, hacen pequeños ajustes o limpian y engrasan el reloj. Aparte de todo lo dicho están los aficionados, pero cuidado, no cabe desdeñar esta condición, en ocasiones pueden enmendar la plana hasta a un maestro relojero. Para referirme a ellos tomo prestado el comentario que hace a la entrada don Luis Montañés en su magnífico diccionario Relojes: “Distinguimos la categoría de aficionados (fr. amateurs) de la de coleccionista y, desde luego, de la de relojero, aunque ambas caben en ella; pero de un modo especial. Es decir, hay relojeros –quizá muy profesionales y capaces- despreocupados por completo de la historia y de las vicisitudes del reloj: en suma, poco amantes del pasado del reloj en su conjunto, y atentos sólo al problema que les presenta el que le lleven a arreglar en cada momento...Hay también los que se auto proclaman coleccionistas –ya que para ello no se exige título alguno-, que llegan a tener cierto olfato a la hora de adquirir un reloj...En esta categoría entran también con el mismo derecho los anticuarios profesionales! s. Y luego está la condición adquirida de amateur o aficionado, que se da incluso entre quienes no compran relojes, pero quieren conocerlos: los que encontramos en ese mundo un manantial inagotable de estudio y conocimientos”...

Un saludo a todos, relojeros y aficionados y a los que estén en el camino de serlo o se inician en él.

Manolo Ramón

Artículo publicado en el foro de sobrerelojes.com

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